FERIA DE VERA 2023
Gabriel Flores Garrido bien”, aunque si esta se ocultaba antes de las 10 de la noche el adjudicatario estaba obligado a encenderlos de nuevo, tal y como estipulaba el contrato. Con estas ambigüedades en el “horario” de encendido y apa- gado, para evitar abusos por parte del contratista y retrasos que le reportaban beneficios y perjuicios a los vecinos, el Concejo se ve obligado a marcar que en verano el alumbrado se apague a las 12 de la noche, siendo las 11 las que marcan el límite en invierno; a partir de esas horas, según la estación, las calles volvía a la oscuridad absoluta. La subasta, que siempre se celebraba en junio, suponía una gran afluencia de veratenses a la plaza Mayor para presenciar la puja, algo lógico porque en un lugar y época donde los “acontecimientos” eran escasos, es de suponer que el momento proporcionaba una incertidumbre emocionante a la vida de la ciudad. Te- ner adjudicado el alumbrado debió de ser un buen negocio para el que se hiciera con él porque las pujas eran reñidas y el afán por hacerse propietario del servicio hacía que las subastas fueran reduciendo su importe (era una puja inversa) hasta el punto de ser muy beneficioso para el Concejo; esta merma, paula- tinamente, empezó a ser ruinosa para el postor del alumbrado. La situación deficitaria de los fondos mu- nicipales, el deterioro de las farolas que debía mantener en perfecto estado, con el consiguiente gasto, y el encarecimiento del gas y materiales de mantenimiento hizo que su adjudicación ya no resultara tan ventajosa para las partes y, en la búsqueda de soluciones para evitar estos inconvenientes y mejorar el servicio, las autoridades municipales se plantean instalar luz eléctrica en las calles de Vera. En agosto de 1895 consideran esa posibilidad, aunque la abandonan ante los escasos recursos de la tesorería municipal que no permiten un gran desembolso como el que requería una obra de esa envergadura. Pero regidores y alcalde insisten en ello y, tras cotejar los gastos de mantenimiento del antiguo sistema de gas con los de la instalación de la moderna electricidad, concluyen que la diferencia entre una y otra manera de alumbrar Vera es de 600 pesetas. Aunque entonces era una cantidad importante, deciden que el costo total de 4.100 pesetas al que ascendía la nueva técnica, era asumible. En un estado de euforia en el ánimo y de seguridad en las posibilidades económicas de la ciudad, el 21 de octubre de 1895, solo dos meses después de haber desechado la idea, el alcalde, Ginés de Haro Bordiú, confirma el proyecto. Se redacta el pliego de condiciones, y el 6 de noviembre es publicado en el Boletín Oficial de la Provincia; el 15 de este mismo mes se fija la subasta a la que acuden tres empresarios, siendo adjudicada la obra de instalación y el servicio posterior de alumbrado eléctrico al veratense Francisco Montoro Reyes, en 3.975 pesetas, 125 menos que las presupuestadas en su inicio, lo que anima, todavía más, a las autoridades. La rapidez de todos los trámites previos contrastó más tarde con el retraso en la ejecución del proyecto; tras varias demoras en los plazos marcados, en 1901 todavía estaba todo pendiente de realizar. A pesar de la firmeza en no romper la fidelidad del compromiso contraído con Francisco Montoro, el Ayuntamiento, decepcionado por los aplazamientos y desbordado por la exigencia del vecindario, contrata el servicio con varias compañías que, una tras otra, conducen al fracaso las intenciones municipales. Como el pormenorizar el camino recorrido sería largo y el espacio para contarlo es reducido, concluiré diciendo que en 1907 el alumbrado público de Vera parece consolidado tras periodos de luz, pero también interrupciones, de un servicio que desde 1903 venía disfrutando el vecindario de esta ciudad de Vera. NARRATIVA Feria de Vera 2023 91
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