FERIA DE VERA 2023

UNA NUEVA AMIGA Esteban miró la desolación a través de su ventana; toda la ciudad sangraba, y solo fue hace cinco días que la he- rida fue abierta. De casas ruinosas aún salían columnas de humo como serpientes venenosas y desde las calles de los más pobres a las de los más ricos, como Esteban, alimañas y perros se daban un festín con los cadáveres del saqueo. Esteban lo veía todo desde la comodidad de su mansión de mercaderes en el corazón de la ciudad, Leona, capital del reino. No era hijo de ningún hombre rico, ni señor de ningún castillo, al contrario, era hijo de una campesina tan simple como una hoja de papel en blanco, o no. Según le contó su nodriza, su progenitora había llegado a la ciudad, embarazada, sobre un carro de panaderos. Su vientre llevaba creciendo ya muchos meses, y había decidido recurrir a la capital, envase de sabios de todo el mundo, de los cuales alguno sabría tratar un parto. Vagabundeó días y días por las calles pidiendo ayuda por su bebé, pues había visto demasiadas mujeres que perdían a sus hijos y su propia vida pariendo en la austeridad del campo; hasta que llegó a una casa con una puerta pintada como el mar, una mansión de piedra, solo casa de ricos. Allí vivían los Buenapescadilla, familia comerciante de largo árbol genealógico, y en aquellos días la cabeza de la casa era Ágata, que no pudo soportar ver a una embarazada temiendo por su vida. Pocos momentos después de invitarla a pasar, la mucha- cha rompió aguas y las matronas se apresuraron a actuar en el interior de la gran casa. El bebé, él, pudo sobrevivir, pero la madre no, y antes de poder si quiera decir algo de su origen, la mujer sacó para sorpresa de todos montones de monedas de oro de sus bolsillos, compró la mansión más grande de toda la ciudad e hizo jurar a los Buenapescadilla que criarían tan bien a su niño como si fuera el hijo de un gran señor, y que se harían su voluntad. En su último atisbo de vida, le dio nombre al niño. Este suceso tan atípico recorrió la boca de todos, y lo volvió famoso en el reino y casi toda La Península. Ahora ese niño tenía veinticinco años y sabía más de todo que la mayoría de señores de grandes castillos. La propia Ágata se encargó de amamantarlo como si fuera otro de sus hijos, y a los ocho años lo enviaron a su mansión junto a doce doncellas que lo trataban y criaban. Todo esto se lo contó Beatriz, la mayor de las doncellas que le estuvo criando y dándole clases en la mansión. Siendo solo un niño Esteban era una de las personas más ricas de toda Leona y muchos negocios importantes de la capital se aliaron con él formando un poderoso gremio, hasta tal punto que con solo doce años tenía a su disposición a Narciso Díaz, que dirigía la mayor empresa de exportación de especias de la capital, Gregorio González, el cabecilla de la alfarería más rica de la ciudad, Hugo Mendoza, el dueño de la mayoría de barcos pescantes, e incluso a los Buenapescadilla, la familia que se encargó de ceducarle y que lo pudrían haber aban- donado y quedarse con todo su dinero, trabajaban para él. Sin embargo, entonces era solo un niño y eran los demás los que hacían el trabajo por él, mientras Esteban aprendía, sumaba, restaba, observaba, dibujaba, es- cribía, contaba y sobre todo leía, leía mucho. A sus diecisiete Beatriz murió de enfermedad de las tripas y Este- ban le dejó a sus segundos las otras sirvientas, quedándose solo y desolado en su mansión, rodeado de libros, conociendo toda la historia al detalle, y sin embargo, sin saber nada sobre su pasado, aunque Beatriz siempre le recitaba como una pasa arrugada que “la vida de quien arrastra su pasado y malgasta los días pensando en él, es tan funcional como un carro de ruedas cuadradas”, y como se lo inculcó de niño, aprendió que no debía intrigarse por ello. Algunos rumores decían que era fruto de una aventura de un señor mayor, y otros, los más surreales, acusaban a su madre de bruja y a él de hijo demoniaco, pero eso, las pocas veces que lo decían, solo producían risas. Esteban vivió casi toda su infancia, adolescencia y madurez entre cuatro paredes, o mejor dicho, cuatro estan- terías de libros. Mientras otros niños jugaban y se perseguían, él leía libros tan grandes como él, mientras otros trabajaban dejándose la piel, él aprendía sobre las dinastías y los reyes, el tan lejano amanecer de la civilización y el anochecer de otras; y le encantaba, le encantaban los tiempos remotos y donde otros veían piedras mus- gosas y ruinas antiguas, él veía fascinantes historias. No tuvo nunca un amigo, y eso lo convirtió en un chico tímido y desconfiado, de voluntad débil. Al no saber relacionarse, sus socios terminaron por manipularle para coger las riendas de su negocio mientras con la otra mano aparentaban ser amigos de confianza. Sin embargo, Esteban no sabía esto. La luz entraba por una gran vidriera colorida, que enseñaba en sus formas una cacería a un ciervo con flores pri- maverales en las astas. Esteban estaba sentado en una silla cubierta de terciopelo y con cojines en el asiento y respaldo. En su estudio privado había mucha luminosidad gracias a la vidriera a sus espaldas, a dos ventanucos en la pared abiertas en forma de arco ojival y a un balcón que daba al patio interior. De las trampillas entraban arbustos de tomillo y menta que le daban un olor maravilloso al estudio, mientras en el balcón había flores de muchos colores y formas que se ataban a la barandilla de hierro con lianas o se sostenían con macetas, y de toda la flora, las trepadoras atacaban la sala en una telaraña verde y frondosa alrededor de la entrada. La habi- NARRATIVA Feria de Vera 2023 78

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